7 miradas a la BAU
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Este artículo del proyecto mARTadero, desde una mirada lanzada desde la mediación cultural, es un aporte al pensamiento colectivo y progresivo y a la construcción social a través del arte.


 

PROBLEMATIZANDO LA CATEGORIZACIÓN

Como bien sabemos, en lo “actual” la posibilidad de definir con total certeza, ya sea, tendencias, estilos o posiciones, para desde ahí poder acercarnos a ellas como a estructuras perfectamente legibles, es una labor cada vez más difícil de llevar a cabo. La velocidad con que todo se mezcla, muta, se anula o fortalece es tal, que intentar ser puristas la mayor parte del tiempo termina siendo un asunto, a lo menos, cuestionable.

En el contexto artístico, esto ha sido, sin duda, tema de discusión recurrente a lo largo de los últimos años, especialmente cuando aparecen en escena elementos que pretenden ir más allá de la creación por la creación. Es decir, cuando ya no sólo se piensa en la obra, sino también en su pertinencia o posible incidencia, o, incluso, en el desentendimiento de ambas, o en su enfoque individualista, colectivo, o un cruce entre todos los anteriores.

La situación, entonces, comienza a transmutar en una enmarañada red de variantes entre las que discurren los creadores al momento de tomar una posición frente a su trabajo. Entendiendo, por supuesto, que muchas veces hablar de una toma de posición, resulta ser exagerado e, incluso, ficticio.

Ante este panorama, el arte urbano se ha ido transformando en una de las alternativas más efectivas desde la que hacerle frente a la pretendida superioridad del arte de museo. Poniendo en cuestionamiento la distancia existente entre el poblador “común” y las manifestaciones artísticas. O evidenciando una notable y colaborativa articulación de trabajo y desplazamiento. Sin embargo, sería errado pensar que esta variante creativa resulta estar exenta de las complejidades propias de las definiciones y sus limitantes.

¿Qué es y qué no es una obra planteada como arte urbano? es algo que nos preguntamos antes, durante y seguramente lo seguiremos haciendo en cada una de las versiones de la BAU. ¿Es posible abordar desde una mirada múltiple la calle y las propuestas artísticas que en ella se realizan sin que, necesariamente, incluyan aerosol y/o plantilla? O sea, ¿podría ser considerada como arte urbano una obra contemporánea planteada en la vía pública? ¿En qué punto se articulan o fracturan intervenciones ilegales versus autorizadas? ¿Es posible hablar de una incompatibilidad entre ambas? ¿Será acaso que la industria cultural ha ido absorbiendo y masificando el arte urbano hasta difuminar su primigenia condición anónima y marginal?

La pluralidad de respuestas sólo evidenciaría que el arte urbano es tan diverso y difícil de reducir a definiciones categorizadoras, como nuestro mismo tiempo, al que pertenece y evidencia. Es más, es posible que sea uno de sus principales exponentes al utilizar como recursos la provisionalidad de la obra, la inminente alteración de ésta o la activación de flujos globales que permiten que, tanto propuesta como artista, se “fragmenten” por ciudades y países sin un orden determinado en sus rutas.

Lo cierto, para nosotros -si es que efectivamente pudiésemos utilizar esta afirmación- es que el arte urbano y cada uno de los artistas que se han sumado en la primera y la segunda versión de la BAU, nos han permitido, no sólo a través de su obra, sino también a través de su actitud ética y su narrativa, ampliar nuestra visión crítica sobre la situación del arte en general, confirmándonos, de paso, que siempre será posible superar el reduccionismo ortodoxo para acercarse a un diálogo directo de la población hacia el goce estético.

Este artículo del proyecto mARTadero, lanzada desde una mirada de la mediación cultural, es un aporte al pensamiento colectivo y progresivo y a la construcción social a través del arte.