El crecimiento de las ciudades en Bolivia trajo consigo la aparición de los “no lugares”, aquellos espacios comunes que son de todos pero a la vez de nadie. Muros de contención, pasos a desnivel, túneles y pasarelas que crecen como conectores de ciudades cada vez más grandes y complejas.

En plena época de campaña electoral estos “no lugares” se transforman en los espacios preferidos para propaganda política. Sin importar las multas o sanciones, la cuadrillas nocturnas de partidarios trabajan incansablemente por una pugna para marcar territorio. En menos de dos semanas los muros de contención de la Avenida costanera a la altura del puente Huayna Kapac, por poner un ejemplo, han sido pintados al menos tres veces por los distintos partidos.

Las multas por pintar propaganda electoral en estos espacios son cuantiosas, pero ni siquiera esto ha detenido el correr del látex que cubre muros enormes, muchas veces de un solo color, sin texto ni signo alguno que pueda inculpar directamente a nadie.

Antes de la fiebre de propaganda política, estos espacios han servido de lienzo para artistas locales que pintan en las calles todo el año sin pretensión partidaria. Los muros de la ciudad son ahora apetecibles por tres grupos absolutamente distintos pero que tienen en común reconocer la calle como el lugar de mayor visibilidad para cualquier mensaje: Los publicistas, los artistas callejeros y (circunstancialmente) los partidos políticos.

El avasallamiento de la publicidad es, por supuesto, menos perseguido y casi nunca culpado pues paga y compra cualquier lugar en el que pueda vender, modificando el paisaje urbano a su antojo, muchas veces con venia de la entidades públicas y propietarios de viviendas particulares.

Los artistas urbanos saben que esta es una mala época para pintar. Aun así lo hacen, pero sufren las consecuencias. Es el caso de LiQ, Mexist y Chasqui quienes decidieron pintar un muro de contención en la avenida Rubén Darío y Papa Paulo. Ellos sabían que corrían el riesgo de que su pieza fuera borrada por las campañas políticas, pero recientemente las multas por estas propagandas se habían hecho públicas, pensaron entonces que tendrían al menos cierta tregua.

Luego de trabajar varios días, en la noche del viernes al sábado su trabajo fue completamente cubierto de color azul. LiQ dice que en realidad su error fue pintar junto a un muro que tenía propaganda de la oposición, piensa que cubrieron de azul su trabajo casi por inercia. No cree que siquiera se hayan dado cuenta de que estaban borrando algo que no era una propaganda.

Un caso similar es el del muro de la fallecida artista Martha Cajías en La Paz. El mural “El Kallawaya” ubicado en el barrio de Sopocachi permaneció intacto durante muchos años, pero dada la época electoral la agrupación satucos pintó sobre él un fondo azul y letras blancas. La indignación no se dejó esperar, pero mientras se publicaban fotos por las redes sociales y se mandaban cartas de indignación, un grupo de artistas urbanos se dieron cita en el lugar y pintaron tres monos a modo de caricatura, uno tapándose los ojos, otro las orejas y el último la boca. Cerraron su intervención son un “continuará.. ” al pie. Y así fue, continuó. Un tercer grupo, esta vez de muralistas tradicionales convocó el apoyo de vecinos y autoridades para restaurar el muro original de Cajías, entregándolo hace pocos días.

La Calle tiene sus reglas y sólo aquél que las conoce, las sufre y las disfruta. En la lógica implícita del arte urbano ninguna pieza bien lograda es destruida. Prueba de ello es el muro de Martha Cajías que sólo ahora ha sufrido tres capas de pintura, una por un grupo que desconoce del todo su valor y la malogra con fines proselitistas, otra que se burla de ellos reconoce las lógicas lúdicas de la calle, lo efímero y transitorio de pintar en espacios público, y una tercera más conservadora que busca un regreso al original. Recientemente estos artistas restauradores han solicitado la instalación de una cámara de vigilancia para preservar el mural.

Como bien decía la leyenda de los monitos, esto “continuará” pues la calle es eso, un no lugar, de todos y de nadie.