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El siete es un número relacionado con el resumen de la totalidad. Ante la dificultad de afrontar el tiempo, delimitamos siete días. Ante la labor imposible de identificar todos los sonidos posibles, estructuramos siete notas para describirlos. Ante la compleja realidad multicolor, diferenciamos siete colores básicos que nos permitiesen conseguir los demás…

La II BAU 2013 ha representado un notable salto adelante en la comprensión compleja de la ciudad como soporte de creación, fuente de temas y narrativas, y espacio –virtual y físico- de conexiones… Por todo ello, desde múltiples miradas, resumidas en estas siete que les presentamos, ha marcado un hito en el desarrollo del proyecto mARTadero y en su articulación con el contexto, en la construcción de un espacio común de inteligencia colectiva, de trabajo colaborativo, de proyección de futuro…

Primero, en cuanto a su gestión. Tuvimos que conseguir superar varios obstáculos, desde económicos hasta logísticos, sorteando las limitaciones mediante un trabajo conectado e interactivo, encontrando metáforas en las limitaciones, generando estrategias creativas y buscando siempre el cumplimiento de objetivos como logro común y motivador.

Los artistas contribuyeron con desprendimiento y profesionalidad, marcando, transgrediendo, aportando, interactuando… y estableciendo un verdadero intercambio de saberes entre ellos y con los habitantes del barrio. La libertad creativa, expresada mediante graffitis o murales, iba encontrando espacio afuera, donde la realidad sucede y donde se va escribiendo la historia.

Lxs vecinxs veían las plazas y calles llenándose de colores, dando vida a la cotidianeidad. La interacción con los artistas facilitaba el establecimiento de diálogo, la participación en los espacios generados, trabajando temáticas conjuntamente y llenando las cuadras de murales…

Muchos críticos y curadores parecen no entender que el arte urbano es más acción que obra, más ritual que producto, a pesar de la visibilidad, presencia y multiplicidad de éste. La posibilidad de ver y vivir el proceso, de participar en él, permitía entender nuestro barrio como más “apropiado”, socializado, y marcado por signos artísticos que le devolvían su multivocalidad, su capacidad de decir cosas distintas a cada uno…

Y recordábamos que la historia nos enseña a dudar de las categorizaciones, por su simpleza.  Sentíamos que el arte urbano se ha ido transformando en una alternativa clara y ética frente a la pretendida superioridad del arte de museo o galería. E íbamos ampliando nuestra visión y entendiendo su potencial mediador, estético y narrativo, cercano al ciudadano.

Porque se trataba de sondear nuevas formas de ser en la ciudad, nuevas urbanísticas: articulando, accionando, creando… aprendiendo a leerla para saber dar. Entender que hoy, más que nunca, la ciudad, el espacio público, está en disputa, y se necesita devolverlo a la gente, capitalizar su capacidad creativa.

Y así, haciendo hablar a la calle, común-icándola, evidenciando la capacidad multicapa de ese espacio de intersección entre interés particular y público, vamos creando entre todos nuevos referentes necesarios en la generación de imaginarios propositivos de un futuro común, compartido y, sobre todo, colaborativo.

Y en ese sentido, el arte urbano se evidencia, claramente, como una muestra de amor a la ciudad…